‘CAMINANDO EN EL COLOR’
Exposición individual de Alejandro Botubol Bolaños / Solo Show by Alejandro Botubol Bolaños
Comisariada por Sara González Arjona, en colaboración con Espacio Valverde / Curated by Sara Arjona in collaboration with Espacio Valverde.«Caminando en el color»
ECCO Espacio de Creación Contemporánea, Cadiz, España.
9 de Abril Al 30 de Junio de 2015
Hola, mi nombre es Jacobo y soy galerista y amigo de Alejandro Botubol!
Esto me sitúa en una posición privilegiada, la de disfrutar su persona y su proceso creativo. Ciertamente la obra de Alejandro se defiende por si sola, emite su propia energía. En ese sentido los detalles biográficos y procesuales no son estrictamente necesarios, pero también es verdad que con una obra tan elocuente tampoco es necesario este texto y sin embargo puede que alguien lo agradezca, así que… ¡Adelante!
Todo proceso tiene un principio, en este caso el camino comienza con la mirada de Alejandro. Cuando nos conocimos y me invitó a ver su archivo fotográfico privado me impresionó mucho su mirada, una percepción particular que se ve en su fotografía y que deja rastro en la pintura.
A veces un detalle imperceptible centra la cámara, y el zoom nos descubre un aspecto nuevo de un cuadro de Zurbarán. A veces el marco tiene un extraño destello y la cámara se acerca y lo capta, como una pequeña joya escondida mas allá del lienzo.
Sintetizando demasiado podría decir que tres son los inputs fundamentales de Alejandro: la luz, lo cotidiano y la propia pintura. La luz de las costas de Cádiz. la luz de la infancia, pero también la luz artificial del Light Art, los destellos metálicos, el brillo del neón y del anillo.
En la percepción de Alejandro no hay jerarquías ni vacas sagradas, todo es susceptible de ser interpretado e iluminado de nuevo, una obra maestra de Friedrich, un objeto doméstico, una puesta de sol o una intuición del alma. Botubol absorbe la belleza y el misterio de las cosas con la ligereza e inocencia del que goza, comprende y comparte.
Hablar de los procesos de Alejandro sin ejemplos concretos es imposible, entre otras cosas porque no hay una metodología idéntica. Alejandro trabaja muchísimo en lo que considero es un perfecto equilibrio entre destreza y experimento, aventura y síntesis. Los cuadros van creciendo como plantas en macetas, la pintura cambia de estilos, dimensiones, colores y materia según el elemento trabajado y la obra siempre está abierta a que ocurra lo nuevo.
Imágenes ensambladas, pinturas, libros, objetos flotantes, cáscaras de mandarina fosilizadas, metros de cinta de carrocero inundan su estudio. Muchos de los cuadros evolucionan durante años, en las que cada nueva capa de pintura aporta una nueva emanación de energía, una cualidad viviente.
Ninguna obra está muerta si habita el estudio de Botubol. El otro día me comentaba Asela, mi mujer, que hay algo profundamente agudo en la obra de Alejandro. Uno se topa siempre con algo extremadamente fino, que da en la diana.
Esto es especialmente complejo en un trabajo que transforma elementos de manera radical, capaz de convertir un horizonte en una banda elastica, añadiendo nuevas dimensiones lumínicas y cromáticas. También complejo por los contrastes en la técnica, que van de la más refinada veladura a la aparición de una masa salvaje de pintura, casi táctil.
Una vez la obra está terminada es especialmente placentero escucharle hablar de sus cuadros, improvisando siempre un nuevo relato. Es como enchufar una máquina de poemas a un generador, del cuadro brotan palabras que abren nuevos caminos, descubriendo aspectos de la obra, fabricando mundos dentro de mundos.
Creo que no es exagerado decir que hay algo de genio romántico en Alejandro, de alguien que recibe, digiere y produce nueva naturaleza. También un punto heroico en su implacable decisión de ofrecer su vida al arte.
Según Joseph Campbell el camino del héroe se divide en tres fases: Exilio, Iniciación y Retorno. Si , Alejandro cruzó el océano y lo lo que vio allí (arte, vida y gente) le transformó.
Pero creo que el mérito no está exclusivamente en la intrepidez del viaje, sino también en la solidez del retorno. Su capacidad de sintetizar el extraño cóctel norteamericano y europeo, sin perder jamás la fidelidad a su propio universo.
Hay por otra parte algo heroico en la propia pintura: desplazada por la fotografía, obligada a un interminable viaje en tierras extrañas, para volver una y otra vez a hacer hogar/mundo.
Si la pintura de Alejandro fuese un mero experimento, el testimonio de una aventura pictórica, su obra sería igualmente interesante. Pero creo que una de las cualidades que hacen de él un gran artista es que cuando la obra está acabada todas las contradicciones bailan en armonía.
La experimentación, las huellas del proceso, aparecen al que mira atentamente, pero lo que uno tiene delante es un cosmos ordenado, donde la luz y la sombra laten al unísono. Un lugar donde la imaginación encuentra recipientes arquetípicos, entornos en los que la líbido, la energía del cruda del alma, es capaz de encontrar su sitio.
En el momento que escribo estas palabras la obra que ustedes tienen delante es todavía una idea que aún no ha sido producida. Si bien los cuadros son como ventanas en los que uno puede asomarse a otro mundo, la idea de esta exposición es dar la posibilidad de entrar dentro del cuadro, de caminar en el color.
James Turrel afirma que la luz ha de ser atesorada, lo mismo que el oro y la plata. La luz pone en relación lo material y lo inmaterial, lo visto y lo no visto. También la tierra y el cosmos, su encuentro.
Me ilusiona y me enorgullece esta nueva exposición. Pronto nos veremos en Cádiz y podremos caminar juntos.
Un fuerte abrazo desde Espacio Valverde.
Jacobo Fitz-James Stuart